lunes, 20 de junio de 2016

Publicidad sexista y pornografía

Paula Hernandes


El Observatorio de la Imagen del Instituto de la Mujer afirma que un anuncio sexista es, entre otras cosas, aquel que «utiliza a la mujer y su cuerpo reducido exclusivamente a un mero objeto sexual, pasivo y al servicio de la sexualidad y los deseos del hombre». Gracias a esta definición, lógica para cualquier persona, podemos saber cuándo estamos ante una imagen machista, y no sólo eso, sino que cualquier idea, comportamiento o lugar sexista serán también reconocibles.

El Observatorio no ha hecho nada más que aplicar a la publicidad lo que el machismo es, o sea, si es rebajar a la mujer a un objeto pasivo al servicio del hombre, lógicamente, un anuncio sexista será aquel que muestre a la mujer como un objeto pasivo al servicio del hombre. Por lo tanto, el machismo tiene esa definición y va a seguir siendo machismo en la publicidad, en el trabajo, en el hogar o en cualquier otra parte siempre que rebaje a la mujer a un objeto pasivo al servicio del hombre. Así sucede en otros ámbitos, como la pornografía y la prostitución, palabras que pueden sustituir a «anuncio sexista» en la definición dada por el Observatorio, adecuándose perfectamente a ella.



Sin embargo, hay quien niega el machismo de la pornografía y de la prostitución. Alegan que es una cuestión de interpretación. En este caso surge un problema, si todo es una cuestión de interpretación, ¿cómo podemos establecer una definición única de machismo si las perspectivas pueden ser tantas como personas? Si no se establece una, ¿cómo podemos identificarlo para erradicarlo? Si un anuncio es denunciado por machista, ¿cómo podemos negar que la pornografía lo es cuando emite las mismas imágenes e ideas de la publicidad?



Para solucionar este problema de la interpretación nos remitiremos a la propia publicidad. Suponemos que nadie dudará de la definición del Observatorio ni de las denuncias que se han hecho a algunos anuncios por mostrar imágenes machistas. Estos mismos anuncios acompañarán nuestras palabras e ilustrarán los contenidos de los vídeos pornográficos que mencionaremos.




El machismo remite al mismo punto: a la dominación, a saber que las mujeres están a disposición de los hombres y que ellos las van a «follar». De ahí el vocabulario que se emplea en la pornografía, mostrando a la mujer como un cuerpo «follado», «reventado», «eyaculado». Precisamente, la pornografía significa «descripción de la prostituta» y por eso les gusta a los hombres machistas, porque satisfacen mediante esas imágenes la necesidad que tienen de ese sexo animal e impersonal, fruto de su sexualidad disociada.



El sexo es el lugar básico desde el que los hombres machistas ejercen su dominio sobre las mujeres. Las expresiones hablan claramente del lugar de inferioridad y de dominadas que ocupan ellas. Todas demuestran que es el hombre el que decide («Me la voy a tirar»), el que lleva la iniciativa («Me la follaría») o el que la ha llevado («Me la follé»), el que maneja a la mujer («La pondría a cuatro patas»). La pornografía también presenta a la mujer como pasiva: «Rubia follada», «Follando a una dominicana».


Su condición de un simple objeto y cuerpo para deleite de los hombres se recoge en las frases en las que se hace alusión a ellas según su cuerpo o nacionalidad: «Tetuda follada», «Follando a una rubia», «Estrenando a una rumana». Es lo mismo que el Observatorio de la Imagen ha denunciado en la publicidad: mujer como objeto pasivo al servicio del hombre.



Los anuncios de los puticlubs también hacen alusión a la nacionalidad, color de cabello, edad, etc., porque a los puteros les encanta saber que se van a encontrar una «jovencita», «rubia de veinte años», «bombón cubano». Para el machismo las mujeres sólo son objetos, no personas, por eso no importa cómo se llamen, qué piensen o cuáles sean sus intereses, lo que importa es que el hombre «folle» el cuerpo que más le excite. El cuerpo de la mujer es el que la define y a un simple cuerpo con el que copular es rebajada (rubia, pelirroja, tetuda, coñito peludo), o a su lugar de procedencia, ya que como objetos que son, a los machistas les gusta probar y catar objetos exóticos.


De hecho, la mujer nunca aparece como una persona, sino como un cuerpo (al igual que en la publicidad) en los que desahogar la necesidad de sexo impersonal que tiene el hombre machista. Sólo con un cuerpo sin humanidad, con un objeto, con alguien sucio e inferior, se puede satisfacer esa necesidad de sexo animal.


Las mujeres en la pornografía son, al igual que las putas, objetos sexuales. Los hombres se convierten en puteros para poder hacer realidad todo eso que ven en la pornografía, quieren ser esos actores que «se follan» un cuerpo femenino, quieren «follarse» a una mujer, quieren disfrutar del placer que les causa el ver a una «rubia/veinteañera/ecuatoriana siendo follada».



La pornografía de Torbe, obviamente, recoge todo este machismo. Y, como toda pornografía, muestra las mismas imágenes que la publicidad sexista. Ésta es denunciada por la imagen que da de la mujer, por el impacto que puede tener en los y las adolescentes. ¿Qué impacto puede tener entonces en ellos/as la pornografía, precisamente el lugar al que acuden en busca de respuestas y que muestra lo mismo que esa publicidad?

Tanto la publicidad machista como la pornografía, enseñan a un adolescente que la mujer está en un nivel inferior y que su cuerpo es un objeto sexual y bello para su deleite, como reflejan las imágenes publicitarias. Por su parte, una adolescente, asumirá que ese es el lugar que le corresponde como mujer y que su cuerpo tiene ese destino y uso.



En uno de los vídeos de Torbe aparecen varios hombres desnudos o semidesnudos y una mujer.


Los hombres disfrutan abusando del cuerpo de ella, lo golpean, lo manosean, le escupen, lo tratan como un objeto sólo útil para que les proporcione placer. Uno de ellos le da una bofetada en la cara y después en el pecho, para, a continuación volver a golpearla repetidas veces. Por momentos ella parece querer gritar, llorar, huir..., pero también parece querer disimular, lo que no es capaz de conseguir del todo cuando le dan bofetadas, momento en el que se nota cómo se siente humillada y herida.



La agarran del pelo y de la cabeza para introducirle el pene en la boca a pesar de ver cómo se está asfixiando. No les importa, mantienen su cabeza sujeta para que el pene siga ahí durante unos instantes. Todos se muestran complacidos y se tocan porque ¡les excita esa escena! La colocan a cuatro patas para que la cámara grabe su ano y uno de los hombres mete sus dedos en él, abriéndolo mientras Torbe acerca la cámara. Manosean y humillan su cuerpo desde el principio hasta el final.



Los vídeos de Torbe son los mismos antes y después de que él fuese acusado de obligar, supuestamente, a mujeres a participar en ellos. Pero es ahora, tras hablarse de delitos, cuando la visión de esos vídeos despierta indignación. ¿Qué ha cambiado? Que se ha sabido que esas mujeres eran, supuestamente obligadas. Es decir, la gente veía esos vídeos (o cualquier otro con un contenido similar) complacida o indiferente. Entraba en internet a propósito para verlos o simplemente los ignoraba si aparecían en alguna página que estaba visitando. Se reconoce la aberración de esas imágenes cuando se descubre que las mujeres que aparecen podrían haber sido obligadas, pero, mientras no se tiene conocimiento de ello, la gente sigue aplaudiendo la pornografía, buscándola, excitándose con lo que contiene, ignorándola como quien ignora un molesto anuncio publicitario, es decir, tomándola como algo natural sin ver su carácter machista y aberrante.



Muchas personas hablan de la indignación que les han causado los vídeos de Torbe por considerarlos humillantes para la mujer que participaba y para el resto de mujeres por la imagen que ofrecen de ellas. ¿Por qué no sucede lo mismo con toda la pornografía en general? No hay ninguna diferencia entre lo que hay en esos vídeos y en el resto. ¿Acaso no están humillando a la mujer todos los bukakes, manoseos, títulos de «le revientan el culo» de todos los demás vídeos pornográficos que existen? ¿Qué diferencia hay? Es más, ¿qué diferencia hay entre un hombre que ve un vídeo pornográfico de un bukake acompañado de una «reventada de culo» grabado por alguien que ha obligado a la mujer a hacerlo y un hombre que ve un vídeo pornográfico igual pero cuyo director no ha obligado a una mujer o no se ha descubierto que la ha obligado?



No hay ninguna, ese hombre quiere ver cómo le «revientan el culo» a una mujer. Sus deseos de ver a una mujer humillada y su excitación ante eso son los mismos, su machismo es igual, sólo que uno de esos hombres casualmente ha visto un vídeo de un director que ha sido detenido y otro ha llegado justo al de otro director que no ha obligado a ninguna mujer a rodar esas escenas o que no ha sido descubierto por haberla obligado. Pero, lo que el público está buscando es lo mismo: machismo, dominación, humillación, sexo que satisfaga su sexualidad disociada.



¿Siguen sin tener responsabilidad ni culpa de nada aun cuando ellos ven esas imágenes porque les excita ver cómo humillan y dominan a las mujeres? ¿Sólo la tiene cuando se detiene a quien las grabó por haber obligado a una mujer a rodarlas? Y si nunca se descubre eso, ¿el público sigue sin tener culpa de nada? Esa responsabilidad y culpa serían entonces muy azarosas. Si se graban esas escenas es porque se permiten y porque el público las ve. Todo ello conduce a que nunca se detenga ese círculo: el hombre se excita ante imágenes vejatorias para la mujer; entonces la pornografía incluye más imágenes de ese tipo para satisfacer esa demanda; la sexualidad de los adolescentes que buscan respuestas a sus preguntas sobre sexo se empieza a deformar hacia el machismo, mientras que la de los hombres adultos se reafirma en él.


En los dos casos necesitan más escenas impactantes, así que la pornografía sigue degenerando. Ningún hombre precisa ver y experimentar un sexo tan machista, denigrante y deformado, y que no lo va a satisfacer en absoluto, sino que lo va a pervertir más, y va a reforzar y seguir perpetuando el machismo y su visión anormal de la sexualidad.



¿Qué clase de ser humano puede gozar viendo tales aberraciones? ¿Cómo pueden reproducir vídeos cuyos títulos son: «Rubia follada por tres pollas», «Culo reventado», «Metiéndosela hasta el fondo a ecuatoriana tetuda», «Manipulando a chica japonesa», «Muñeca rusa follada con los dedos y la polla», «Penetrando el coño peludo de guapísima jovencita», «Española se come dos pollas», «Pelirroja es follada duramente», «Corrida dentro del coño de estudiante»?


¿Qué clase de persona puede acudir una y otra vez a la pornografía sabiendo que es eso lo que se va a encontrar? Si un hombre no supiese qué es la pornografía podría alguna vez buscar un vídeo, pero, en cuanto viese qué es lo que contienen, dejaría de verlos, a no ser que buscase precisamente excitarse con abusos y vejaciones, a no ser que crea que eso es sexo y que a la mujer le gusta que la humillen. ¿Quién puede ver una y otra vez esa clase de imágenes? ¿Alguien se imagina a una persona sintiendo excitación ante la humillación y cosificación de una persona negra?


¿Alguien se imagina que existiese un tipo de cine en el que la comunidad negra es vejada en todas las películas y que, a pesar de tal aberración, se mantenga porque al público blanco le excita? Sería sospechoso que el cine emitiese tantas películas racistas. Una cosa es mostrar cómo el racismo ha sido, desgraciadamente, parte de la historia y otra muy distinta continuarlo y crear películas, que no muestran esa realidad como forma de denuncia, sino que son en sí racistas porque el público disfruta con esas humillaciones.




Quien ve pornografía sólo quiere ver tetudas, rubias, ecuatorianas, rusas, chochitos mojados, culos reventados, follándolas muy duro... Quiere ver miles de cuerpos de mujeres follados, eyaculados, dominados... ¿A alguien le puede parecer esto algo sano? ¿Alguien cree que una persona que, supuestamente, necesita más sexo que otra querría ver precisamente estas salvajadas y cosificaciones? Un ser humano desea sexo con otro ser humano, no con un cuerpo dominado y vejado, no con un culo, un chochito y unas tetas; ni mucho menos desea reventar el cuerpo de otro ser humano o se excita sólo ante la idea. Sólo un hombre enfermo de machismo puede excitarse ante títulos que hablan de esa manera del sexo y del cuerpo de la mujer.



Si la gente siente asco al saber que hay hombres que disfrutaban viendo los bukakes grabados por Torbe, ¿va a pensar que son menos misóginos y asquerosos por ver esos mismos bukakes pero protagonizados por mujeres que dicen hacerlo porque quieren? La imagen que se está enviando de la mujer desde la pornografía es la misma, porque la ideología machista y la sexualidad depravada y deformada del hombre que la ve también es la misma.


Algunos hombres se intentan disculpar alegando que ven pornografía porque creen que las mujeres disfrutan en los bukakes o siendo golpeadas. Es completamente inverosímil que todas disfruten de esa manera, al igual que es inverosímil no ser consciente de qué clase de imagen sobre la sexualidad y la mujer se está perpetuando.


Esa es una idea que viene de antiguo, precisamente de cuando se restaba gravedad a los malos tratos de un marido diciendo que el hombre estaba satisfaciendo la necesidad que la mujer tenía de sufrir cuando la golpeaba. En esa línea va esa excusa estúpida de «Es que yo creía que les gustaba». Pues bien, aun creyendo que a ellas les gusta o aun ignorando que son obligadas, ¿quita eso el hecho real e indiscutible de que los hombres buscan pornografía donde se humilla a la mujer? ¿Quita eso que los hombres se excitan viendo a otros hombres golpear a mujeres, eyaculando en sus caras o, como en el vídeo de Torbe, colocándose de pie mientras ella está acostada y penetrándolas por la boca causando casi su asfixia?


Nada justifica que un hombre esté buscando vídeos pornográficos donde sabe perfectamente que la mujer está siendo vejada. Indiferentemente de que a la mujer, supuestamente, le guste que la golpeen, los hombres se excitan viendo cómo la penetran con violencia, la «follan» y dominan, y leyendo títulos de culos reventados.




¿Y si ahora las mujeres nos pusiésemos a ver vídeos de hombres humillados? ¿Y si nos excitásemos viendo cómo dos, tres, cinco, catorce mujeres golpean el pene de un hombre, eyaculan u orinan en su cara, introducen sus dedos en su ano estirándoselo, le escupen, buscan continuamente vídeos titulados: «bombón cubano», «rubio follado por tres coños», «manipulando a chico japonés», «muñeco ruso follado con los dedos y el coño», «pelirrojo es follado duramente», «español se come dos coños», «reventando el culo de un ecuatoriano», «follando una polla peluda», «estrenando a un rumano», «veinteañero con pollita pequeña»? ¿Cuántos vídeos de ese tipo hay? Ninguno, porque está claro que la pornografía es sólo una deformación de la sexualidad del hombre y que está orientada a adoctrinarlos en el machismo y a reforzar la misoginia en quien ya ha sido adoctrinado.