“¿Cómo será mi vestido?”, pregunta Chicote. “Dirás el mío”, responde Pedroche[1]. Efectivamente, el de ella, el de la mujer, porque eso es lo que aún en el año 2017 sigue importando por encima de cualquier fecha o evento: nuestro físico. Porque todavía no se ha superado la idea machista de que las mujeres somos un objeto bello; un ser coqueto obsesionado con la estética; un florero que, esté donde esté (política, deportes, programas de fin de año...) siempre tendrá ese papel de cosa visualmente agradable. Y ese es el problema. Las feministas llevamos años exigiendo que se deje de hablar de cómo vestimos —y criticando las noticias sobre las campanadas por centrarse en la ropa de las presentadoras— y vuelve Pedroche (y Antena 3) a poner el foco de atención en cómo va a ir vestida.
En primer lugar, queremos denunciar todos los insultos y comentarios machistas que Pedroche recibe: guarra, zorra, calientapollas, puta, mereces que te violen... Se puede hacer una crítica a una persona, siempre JUSTIFICADA Y RAZONADA, pero nunca sin ofrecer una explicación y, mucho menos, denigrando de ese modo a un ser humano.
Nosotras consideramos muy negativo el que Pedroche no deje de hablar de su vestido de Nochevieja porque contribuye a mantener la hipersexualización y el rol machista de las mujeres. Pero, como feministas, somos conscientes de que su modo de actuar es inseparable del contexto patriarcal. Somos socializadas para que hablemos, nos comportemos y nos vistamos de una determinada manera. Desde niñas vemos por todas partes mujeres hipersexualizadas y, cuando somos adolescentes, queremos vestir y actuar de ese modo, pues es el único referente que tenemos y para lo que se nos ha educado. Sin embargo, cuando eso sucede, la sociedad se escandaliza y dice que “vestimos como putas” y que somos unas guarras. La educación en los roles de género nos influye y modela por completo. No es casualidad que a todas las mujeres les guste vestir de forma hipersexualizada y se sientan bellas solo de ese modo. Lo que serán nuestros gustos, ideas, personalidad, miedos, deseos, etc., ya están programados y definidos desde que nacemos, desde que dicen: “Es una niña (o un niño)”.
Lo mismo sucede con Pedroche: como todas nosotras, ha sido socializada en un patriarcado que la ha enseñado a sentirse bien únicamente con el canon de belleza machista. Pero, cuando lo cumple y actúa de acuerdo a él, se la insulta. Esto es completamente hipócrita e injusto. Y del mismo modo, es hipócrita, injusto y machista que reciba esos calificativos y comentarios en el extraño caso de que ella, en verdad, esté actuando así porque libremente lo ha decidido. Por lo tanto, se mire por donde se mire, insultar (que no criticar con argumentos y explicaciones) a Pedroche o a cualquier mujer es machista e hipócrita.
Empecemos explicando nuestra postura con esta cita de Simone de Beauvoir.
El feminismo nos ha enseñado a no ver el mundo como un conjunto de casos aislados, de elecciones personales o de deseos individuales, sin nexos comunes. Vivimos en una sociedad patriarcal que nos determina y dentro de ese contexto tenemos que entender las cosas. ¿Es posible que no se deba al machismo y que no contribuya al mismo el que Pedroche y los medios de comunicación no dejen de hablar cada año del vestido de Nochevieja? Para saberlo tan solo hay que comparar este caso con otras situaciones similares: las de las demás presentadoras de las campanadas.
Podemos también comparar esos comentarios con otros similares en un espacio distinto: la política.
Sustituid “Ivanka Trump” por “Donald Trump”, absurdo, ¿verdad? Lo más destacable de la noticia queda claro: “Ivanka Trump ha metido en su maleta dos pares de zapatos de Zara”. Debajo, aparece el tema irrelevante: “La hija del presidente está de viaje por la India”. En la noticia, escriben: “Ivanka Trump ha aterrizado en la India para participar en el Global Entrepreneurship Summit 2017, un congreso que tiene por objetivo estrechar lazos económicos y políticos entre los países participantes. En su tiempo libre ha aprovechado para hacer turismo con un look elegante, estiloso y, sobre todo, cómodo: unas bailarinas de raso en color nude adornadas con pedrería y completamente planas de Zara”[4].
Sería raro ver una noticia en la que se hable de Trump o Rajoy en estos términos, comentando a dónde han ido y con qué trascendental motivo, para después decir que en su tiempo libre se han puesto esta o aquella prenda. Pero lo que es absurdo y ridículo aplicado a un hombre, es completamente normal aplicado a las mujeres.
Como bien dicen, las claves del éxito, en el caso de las mujeres, están en su ropa y en su físico[5].
No importa a qué se deba el viaje de una mujer ni qué cargo ocupe, lo único que interesa es su ropa y, aunque se aluda a otras cosas, no van a faltar comentarios sobre ese tema banal y machista, que nunca se mencionaría si se tratase de un hombre.
Como vemos, no se trata de una simple decisión personal de Pedroche, sino de un acto enmarcado en un contexto patriarcal en el que las personas actúan de un modo u otro en función de los roles de género en los que han sido socializadas. Por eso, los medios de comunicación tratan a las mujeres como objetos, pues, además de ser ese es el papel que tenemos en la sociedad, es ejemplo y educación para todas las demás. De ahí que la prensa y las noticias consideradas para el “público femenino” sean banales, superficiales, materialistas, elitistas, infantiles, ridículas y machistas. Poned nombre de hombre en las siguientes imágenes e intentad imaginarlas en una revista de “público masculino”[9][10][11][12].
¿Qué son las noticias sobre los vestidos de fin de año si no lo mismo que las noticias sobre la ropa de las políticas, de las actrices de Hollywood o de cualquier otra mujer? Nosotras también debemos denunciar el trato que se nos da, negarnos a participar y contribuir a ello.
Desde niñas nos tratan como seres frágiles y coquetos y, tanto en esa etapa como en la adolescencia, tenemos como referentes mujeres con determinado canon de belleza, hablando siempre de su ropa o dando “trucos de belleza”, mientras que las revistas o referentes de los niños, los adolescentes y los adultos no hablan de cómo estar guapo, de cómo Trump ha elegido una corbata azul con su traje negro,... Desde los medios de comunicación, desde el ejemplo de las mujeres que las niñas y adolescentes admiran, desde la Súper Pop y otras revistas que enseñan “cómo estar sexy y ser la más popular”, se insiste en ese mensaje.
Una decisión aparentemente personal es, por ejemplo, salir en la portada de FHM o Interviú. Si vemos cada número de esas revistas de forma individual, quizás no notemos nada raro, pero, ¿y si vemos en conjunto las decisiones individuales de las mujeres que por supuesta libre elección aparecen en esas portadas? Si lo hacemos, aparece esto:
Entendemos entonces a qué se refiere el feminismo cuando denuncia la hipersexualización de las mujeres, el que siempre estemos desnudas en público, mientras que los hombres siempre están vestidos. Entendemos también la socialización en los estereotipos de género y en el machismo. Y lo entendemos todavía mejor si vemos las revistas dirigidas a un “público femenino”. ¿Cómo posan en ellas las mujeres?
Podemos preguntarnos qué nos lleva a aceptar posar (semi)desnudas e hipersexualizadas en revistas machistas. La respuesta es que debido a nuestra socialización, cambiamos nuestra actitud, pose, vestimenta, etc., si hay hombres delante. En ese momento, los vestidos de las campanadas pasan a ser como los que lleva Pedroche; los vestidos de festivales o entregas de premios pasan a ser los que veremos a continuación; las poses en las fotografías pasan a ser las de FHM. ¿Cuántos hombres en eventos llevan ropa que transparente su cuerpo o que muestre parte de sus genitales? ¿Imagináis a hombres con una vestimenta similar a las siguientes? ¿Imagináis que tantos hombres “elijan” trajes que dejen descubierto su pecho, espalda o glúteos?[13][14]
Imaginad ahora un acto en el que solo hubiese mujeres o un programa de fin de año que solo fuese visto por mujeres, ¿las invitadas y presentadoras irían vestidas igual que si el público fuese masculino? No, porque ninguna tendría la presión de estar a la altura de lo que el canon de belleza machista exige: estar sexy e hipersexualizada. Basta que una parte de las personas que nos miren sean hombres para que todo cambie. Y no hace falta que sea una revista abiertamente machista como FHM. A continuación vemos las diferencias (poses, ropa, mirada, gestos) que hay entre las fotos que se hacen a una mujer y a un hombre[15][16].
Creer que eso es casualidad es desconocer la sociología, es querer negar y ocultar que la mirada masculina a través de la que nos vemos a nosotras mismas nos lleva a considerarnos bellas y sexys si cumplimos las fantasías de los hombres machistas, es decir, si somos, nos vestimos o posamos como ellos quieren vernos: como objetos sexuales, como hembras disponibles sexualmente, hipersexualizadas, pidiendo sexo con nuestra mirada y gestos.
¿Podremos así terminar con el sexismo? ¿Podemos desde el feminismo denunciar que se hable de nuestra ropa mientras otras mujeres no dejan de hablar de su ropa? ¿Podemos exigir que se trate a las mujeres que estén en política como mujeres que están en política y no como objetos sexuales o bellos, mientras que seguimos leyendo revistas en las que se habla de que Merkel, Letizia Ortiz, Anna Gabriel o Inés Arrimadas llevaban este o aquel modelo? ¿Podemos desear que las niñas y adolescentes dejen de sufrir trastornos alimentarios y no se obsesionen con “estar guapas”, mientras que desde todas partes se sigue fomentando un estereotipo machista de mujer y las propias mujeres no dejan de hablar de su belleza, ropa, estética, etc.? ¿Cómo vamos a cambiar el mundo si nosotras seguimos haciendo todo lo de antes, pero ahora diciendo que lo hacemos porque nos da la gana?
No podemos vivir olvidando que existen más personas, que estamos conectadas con todas y todos. La sororidad quiere evitar el individualismo; el actuar sin pensar en las demás, sin ocuparnos de las niñas para las que somos ejemplo. El feminismo quiere que nos entendamos a nosotras entendiendo la sociedad. No estamos solas ni aisladas, nos tenemos para ayudarnos, pero también para influirnos y perpetuar las desigualdades. Nuevamente recordamos a Simone de Beauvoir: el feminismo es una forma de vivir individualmente y de luchar colectivamente.